Por supuesto, la siguiente semana no pude darle el dinero correspondiente al interés, mucho menos los diez mil pesos que seguía pidiendo (además de los 3 mil que le había dado). Estaba nerviosa, cansada y apenas recuperándome del accidente. El día que tenía que pagarle tenía una cita con el abogado de mi aseguradora para ver cómo iba todo. Este otro problema me tenía agotada y desilucionada del abogado que llevaba mi caso. Muchos me preguntan ¿por qué él no te ayudó? Y siempre les respondo: si no pudo hacerlo con el accidente, ¿iba yo a confiarle más problemas?
Mi cabeza giraba de un lado a otro. El no tener medio de transporte y andar todavía con bastón, gastando en taxis y sin poder regresar a trabajar, estaba destrozándome los nervios. Sentía que no podía más.
Estando en el despacho del abogado, mi celular no sonó menos de quince veces. Era el usurero. No le contesté pero sabía que más tarde lo tendría haciéndome una visita de cortesía en mi casa. Y así fue. Como no me encontró me dejó un recado bajo la puerta: "Mar, como no te encontré supongo que no tienes interés en arreglar esta situación. Creo que tendré que tomar otro tipo de acciones. Comunícate después".
No me comuniqué. Esperaría unos días más para poder juntar dinero. No podía hacer nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario