Bienvenid@s

Este espacio ha sido creado para aquellos que no conozcan el motivo por el cual decidí emprender Mi lucha contra la usura. Se hizo una recopilación de los primeros textos publicados hace cuatro años y se les ofrecen para que, si alguien no los ha leído, puedan saber cuál fue el origen de todo, ya que mucho se ha dicho sobre que mi identidad es ficticia, que no soy deudora o incluso que alguien me paga para que ataque a los bancos.
Sobre todo, este espacio se ha creado para que si alguna persona vive acechada por algún prestamista, tenga algunas herramientas para defenderse.


La forma de leer la totalidad de los artículos es la siguiente:

1. Se comienza por la página principal, hasta arriba del blog y se continúa en donde dice "entradas más antiguas". Esto porque blogger sólo permite un máximo de 20 páginas.

Espero que lo aquí escrito le sirva a muchas personas para no vivir una situación similar.

Mar Morales

Hablando... ¿se entiende la gente?

Lo más adecuado cuando se te presenta un conflicto es hablar. Siempre lo he creído. Pero hay modos, formas y tiempo de hacerlo.

La cosa se pone fea cuando hablas con la pared. Cuando sientes que tus palabras van a caer a un abismo o peor, que cuando hablas parece que eres objeto de burla.

Así me pasó a mí. Una tarde decidí ir a hablar con la usurera (ya no era el usurero, ahora era ella) Pensé que diciéndole que mi situación se había complicado y le ofrecía pagarle sus quince mil pesos poco a poco lo entendería. Cualquiera con cerebro lo hubiera hecho. Era lo más "normal" , de lo "perdido, lo aparecido". Pero cuando la ambición no tiene límites no piensas así.

Ella me dijo: "Los pagos han sido irregulares. Cada vez que me das algo, es sólo para cubrir parte de los intereses atrasados. Mi esposo ha sido muy benévolo contigo, yo no puedo serlo. De ahí comen mis hijos y no los voy a sacrificar. Debes pagarlo todo".

La cabeza me daba vueltas. "De ahí comen mis hijos y no los voy a sacrificar". Claro, pero yo a mi familia sí tenía que hundirla. "De que comas tú a que coma yo" parece la ley del más fuerte. Y en esas estábamos. No parecía haber marcha atrás. Cada quien estaba dispuesto a defender su territorio. Pero aquí ya se había tocado células sensibles. Ya había hablado de la familia y yo, teniéndola también, no iba a tomar las cosas tan a la ligera.

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