La valentía de mi amiga al enfrentar a ese hombre me sorprendió. Sin
embargo, su actitud era absolutamente normal y comprensible: ahora ella
se tenía que enfrentar sola a esas gentes.
Esto me causaba pesar, me sentía mal que ella tuviera que cargar sola con el paquete y yo tuviera que verla desde otra ciudad.
Me
dijo que no me preocupara, que los iba a torear hasta que aguantara, ya
que la consigna era esperar a ver quién se cansaba primero.
Yo no
sabía en esas fechas si regresaría a la ciudad o no; por un lado,
estaba mi casa, mi vida, todas mis cosas, y por otro, no podía dejar
sola a mi familia.
A estos señores lo que a mí me pasara por
supuesto que los tenía sin cuidado. Y a mí me tenía sin cuidado lo que
ellos pensaran. Cuando llegas a ese estado de indolencia te llegas a
alarmar, pero a la vez concluyes que no vale la pena preocuparse. ¿Qué
me podían hacer estando tan lejos? ¿Qué le podían hacer a mi amiga con
ese tipo de contestaciones? Además, con el continuo intercambio de mails
que tenía con la mujer, como que le fue cayendo "el veinte" que las
cosas no iban a serle nada fáciles.
No le funcionaban mucho sus
argumentos: "mi marido quiere su dinero" "mi marido se molestó", pero
aunque se molestara o lo quisiera no pensaba dar mi brazo a torcer. De
vez en cuando, muy de vez en cuando, le hacíamos un depósito por 200,
300 o 400 pesos, sólo para que, como ella decía, se viera que "había
intención". Además, este caso ya era más que público, mi amiga se había
encargado de contárselo a cuanta persona tuviera enfrente y les advertía
a las "clientas" que estaban tratando con unos rateros. Sí, ya no era
tan sencillo para ellos, a tal grado que mi amiga, otra vez en abierto
reto le dijo: "Pues si es tan fácil, demándanos, total, nos sabremos
defender".
En una ocasión después de mandarme mail con el
respectivo cobro, le dije: "Claro que sí, un día de estos le hago otro
depósito, ya que no sé cuándo la vuelva a ver, pero eso sí, si no me
responde como acostumbra, no lo volveré a hacer". No me respondió nada,
tampoco le di nada. ¿Empezaba a tener miedo y por eso no contestaba? Yo
creo que sí, que se dio cuenta que con el intercambio "epistolar" se
estaba evidenciando. Y sí, se evidenció. Y como cobarde, se escondió
durante un tiempo.
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- Así caí en manos de unos usureros
- El préstamo fue por 15 mil pesos
- Mi mejor amiga era aval
- Esto apenas comenzaba
- Regresando a trabajar
- No pude pagarle
- Su abogado entra en escena
- "Te he brindado ampliamente mi confianza".
- ¡¡¡Eres una ratera!!!!!!!!!!!!!
- Su mujer entra en escena
- Cinco mil pesos más o cinco mil pesos menos
- Hablando... ¿se entiende la gente?
- Dos meses más pagándole
- Santander me ofrece 150 mil pesos
- Los bancos no piensan en nada
- ¿Y el pagaré, amá?
- ¿Por qué los bancos hacen esto?
- De la desesperación a la lucha
- El caso de Ana y los golpes bajos de la usurera
- La lucha en serio
- Regresar a Mi Lucha Contra la Usura
Bienvenid@s
Este espacio ha sido creado para aquellos que no conozcan el motivo por el cual decidí emprender Mi lucha contra la usura. Se hizo una recopilación de los primeros textos publicados hace cuatro años y se les ofrecen para que, si alguien no los ha leído, puedan saber cuál fue el origen de todo, ya que mucho se ha dicho sobre que mi identidad es ficticia, que no soy deudora o incluso que alguien me paga para que ataque a los bancos.
Sobre todo, este espacio se ha creado para que si alguna persona vive acechada por algún prestamista, tenga algunas herramientas para defenderse.
La forma de leer la totalidad de los artículos es la siguiente:
1. Se comienza por la página principal, hasta arriba del blog y se continúa en donde dice "entradas más antiguas". Esto porque blogger sólo permite un máximo de 20 páginas.
Espero que lo aquí escrito le sirva a muchas personas para no vivir una situación similar.
Mar Morales
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