Poco a poco el acoso de estas personas a mi amiga fue cediendo.
Si se dan cuenta, de un problema más o menos sencillo o no tan
complicado, se tornó todo un desastre.
Ya
no era sólo yo, ni mi amiga y yo, eran dos contra dos en una lucha en
verdad absurda. Y era absurda porque cuando empezó el problema, cuando
me accidenté y cuando quise negociar, no accedieron y se pusieron más
necios.
Pero las cosas cambian. Nunca pensamos que todo se complicaría, que yo tendría que viajar y que nunca los volvería a ver.
El
primer respiro que tuve fue cuando platiqué con una antigua vecina y me
dijo que le había comentado la mujer que no sabía nada de mí, pero que
la deuda estaba liquidada. No sabía si creerle o no, pero me lo dijo
seria, convencida de que la usurera decía la verdad. Cuando se lo
comenté a mi amiga se quedó pensando si no sería una trampa para volver a
acercarnos a nosotras. En ese momento no lo sabíamos y tampoco
estábamos dispuestas a andarlo averiguando.
Sí
nos preocupaba, sin embargo, que no teníamos en nuestro poder el pagaré
y que ellos le podían dar mal uso y más si caía en manos del
pseudoabogado que tenían.
Mi amiga dijo que iba a
dejar pasar unos días y que los iba a volver a buscar. A mí me daba
miedo que ella se enfrentara de nuevo a ellos, pero sí, era necesario
recuperar ese documento para poder estar tranquilas.
En
ese momento, respecto a mis deudas bancarias, ya eran más llevaderas,
al estar lejos también me había librado del acoso de los cobradores y
cuando había tenido chance, me había acercado a negociar, dejándoles
claro a mis acreedores que las condiciones las tenía que poner yo
porque, al final de cuentas, yo era la que podía ofrecerles de acuerdo a
mis posibilidades.
Sí, el camino tan
tortuoso y lleno de espinas empezaba a ser despejado. No faltaba mucho,
lo presentía, para que esas personas entendieran que no les volvería a
dar un peso más y que el producto de esos malos negocios se les viniera
al suelo.
Buscarme en otra ciudad les
costaría mucho dinero y lo que menos querían era gastar. A mi amiga la
perdieron de vista un buen rato porque se mudó de casa sin avisarles.
Este proceso, debo decirlo, no nos dejó tan tranquilas. En el fondo nos
sentíamos delincuentes huyendo, pero no era así. Nosotras cubrimos la
deuda y ellos debían de reconocerlo tarde que temprano o enfrascarse en
una lucha sin mucho futuro. Las cosas se quedaron así algunos meses más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario